jueves, 6 de marzo de 2014

COSAS DE LA VIDA



¿Qué pirámide se construyó alguna vez si no fue 

piedra sobre piedra? ¡Cuán pobres son 

los que no tienen paciencia!

¿Qué herida sanó alguna vez a no ser poco a poco?.

Todos los inapreciables atributos que los hombres

prudentes proclaman como necesarios

para alcanzar el éxito, son inútiles si no

tienes paciencia.

El ser valiente sin paciencia puede matarte.

El ser ambicioso sin paciencia puede destruir la

carrera más prometedora.

El esforzase por alcanzar la riqueza sin paciencia

no hará sino separarte de tu magra bolsa.

El perseverar sin paciencia es siempre algo

imposible.

¿Quién puede dominarse, quién puede perseverar sin

la espera que es uno de sus atributos?

Empléala para robustecer tu espíritu, para dulcificar tu

carácter, para calmar tu enojo, para sepultar tu envidia,

abatir tu orgullo, frenar tu

lengua, contener tu mano y entregar todo tu ser, a su

debido tiempo, a

la vida que mereces.
Saber adaptarse es saber discernir, iluminando la realidad con la sabiduría.
Así se aprende a conservar valores perennes, a no negociar los principios y a cambiar lo que conviene cambiar.
Nada tan importante como cultivar el don del discernimiento en vivencias de meditación e interiorización.
Un don espiritual que se ejercita cuando vivimos unidos al Espíritu Santo, dispuestos a dejarnos guiar por él. (Isaías 61).
A diario debemos llegar a un remanso de paz llamado meditación para aquietar el alma y recibir luz divina.
Cada día necesitamos crecer en discernimiento y elegir lo mejor, sin lastimarnos ni lastimar a otros.
En efecto, muchos conflictos nacen o se agigantan por ausencia de paz interior, por precipitud o por llamar bien al mal y mal al bien.
Y eso es lo que Dios da a quienes lo aman y lo siguen: El don para distinguir la verdad de la mentira y elegir lo que es bueno

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