domingo, 20 de octubre de 2013

DESAPEGO


Hasta hace poco tiempo, yo era un hombre lleno. Lleno de cosas que acumulaba en los armarios y no usaba, lleno de conocimientos que quería demostrar a los demás para que vieran lo inteligente que era, lleno de experiencias novedosas que siempre tenía que renovar para no aburrirme de ellas.

Era como un vaso de agua lleno hasta arriba en el que no podía entrar nada más.

Sin embargo, aun estando mi vaso lleno hasta los topes, me seguía sintiendo vacío, extrañamente vacío. Nunca acababa de satisfacerme totalmente lo que llenaba mi vaso: ni mis cosas, ni mi inteligencia, ni mis experiencias.

Así que decidí tomar el camino inverso. En vez de querer estar siempre llenando mi vaso, empecé a vaciarlo poco a poco, y a no meter nada más en él para reemplazar lo que sacaba.

Al principio, fue doloroso para mí porque me di cuenta hasta qué punto me había hecho dependiente de todo aquello que llenaba mi vaso. Tenía que hacer esfuerzos para no comprarme algo aunque no lo necesitara, aprender a callarme para no quedar siempre por encima de los demás con mis conocimientos y dejar de hacer constantemente cosas nuevas para aprender a parar.

Sin embargo, conforme mi vaso se iba vaciando, mi sensación anterior de vacío, curiosamente, iba disminuyendo. Ya no experimentaba la ansiedad por no tener lo que quería y sentía menos miedo a perder lo que ya tenía. Me sentía más libre frente a todo lo que ante “llenaba” mi vida porque empezaba a depender menos de todo ello.

Mi vida, he aprendido ahora, es un camino de seguir vaciando mi vaso. Poco a poco y sin exigencias, voy descubriendo en mí al hombre que no sabía que existía porque lo tapaba mi vaso lleno: el hombre libre.

El otro día, alguien cercano me dijo que el camino que había empezado a recorrer tenía un nombre: DESAPEGO.”

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