sábado, 16 de noviembre de 2013

“El principio de la sabiduría es el temor a Dios...” Proverbios 1:7



¿Qué es el temor de Dios?

La expresión “temor de Dios” nos desconcierta, pues preferimos hablar de amor de Dios y no de temor. Y nos sobra razón. Sin embargo, es un temor que no podemos ignorar”.
Ambroise Gardeli

El principio de la sabiduría es el temor de Dios. Esta frase encierra una verdad profunda, llena de una vasta riqueza. El principio significa el comienzo, lo primero, el fundamento de algo. La palabra hebrea principio (reshit) significa el comienzo de algo y la parte medular, fundamental y principal (Strong 225). De modo que el temor de Dios es la fuente principal y de máxima sabiduría a que puede aspirar el hombre. Constituye la primera y más importante referencia para adquirir sabiduría. El temor de Dios capacita al hombre para andar en sabiduría, y vivir en santidad, justicia y verdad. La sabiduría está referida a la inteligencia, ciencia y conocimiento (Strong 2451), fundamentalmente proveniente de Dios, no humana. La sabiduría es la capacidad de ver las cosas desde la perspectiva de Dios.

La palabra temor es traducción del hebreo yirá (Strong) que significa temor reverente y santo que advierte, previene y preserva del peligro. No es el temor que inspira un Dios tirano y déspota. Tampoco es un temor de destrucción. El temor de Dios del que habla el sabio Salomón no es el temor del incrédulo e impío, que se traduce en miedo a la ira y al justo juicio de Dios. El temor del creyente es diferente, porque el creyente no está sujeto al juicio de condenación de Dios, pues Cristo pago el precio para liberarle de la condenación. Los creyentes no deben “tener miedo” de Dios. El Dios de la Biblia es un Dios bueno, amante y misericordioso, pero que no tolera el pecado y el mal. El temor del creyente se relaciona con el respeto y reverencia a Dios que la criatura le debe a su creador. Este respeto o reverencia queda recogida en el libro de Hebreos 12:28-29: “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor.” Es reverencia, respeto y admiración lo que significa el temor de Dios para los creyentes cristianos.

El temor de Dios no es un temor neurótico e insano


Muchas personas tienen problemas para comprender y experimentar el temor de Dios, porque lo asimilan al temor neurótico humano, pero el temor o miedo humano se comporta de manera diferente al temor de Dios. El temor como emoción humana se expresa en desconfianza, pero “en el temor de Dios hay fuerte confianza” (Proverbios 14:26). En el miedo humano hay mucha incertidumbre, pero en el temor de Dios hay certeza de lo qué conviene o no hacer. El temor humano puede aprisionar y paralizar, mientras que el temor de Dios es convicción liberadora.

La religión del hombre ha educado a las personas para tener miedo de Dios, y para sentirse en conflicto con él, como si Dios fuera un viejo gruñón, insensible e implacable; pero ese es un concepto errado. Ese miedo a Dios surge de dogmas religiosos, contrarios a la verdadera espiritualidad. Este tipo de miedo se traduce en angustia, ambigüedad e incertidumbre. Ese no es el verdadero temor de Dios, que, por el contrario, afirma la vida, provee identidad, trae certidumbre y genera esperanza y confianza. El temor de Dios es más parecido a un don o gracia de Dios que a una emoción humana.

El temor de Dios no es un temor emocional, sino más bien espiritual. No es el temor insano que paraliza y debilita. El miedo o temor es una emoción humana que aparece en situaciones donde nos sentimos amenazados y en peligro. El temor de Dios pertenece a la dimensión espiritual; implica una dinámica diferente. El temor de Dios viene como consecuencia de la relación e influencia de Dios en nuestras vidas. Nace cuando la presencia de Dios se revela a nuestra vida en todo el esplendor de su magnificencia, soberanía, sabiduría, autoridad y poder. ¡Dios es sobrecogedor, incomprensible e inescrutable! Cuando Él se revela a nuestra vida somos sacudidos e impactados por el temor de Dios. En ese momento nos hacemos conscientes de nuestra finitud, fragilidad e insuficiencia; y de la increíble distancia que separa a la criatura del Creador. En ese momento nos hacemos conscientes de la distancia que hay entre un Dios santo y justo, todopoderoso, omnisciente y omnipresente, y nosotros hombres pecadores e indignos delante de Él.

El temor de Dios es el temor a la disciplina de Dios


El temor de Dios está más relacionado con el temor a la disciplina de Dios, porque Dios al que recibe como hijo, le disciplina, aun cuando ésta es hecha en amor (Hebreos 12:6); aun así el creyente debe temer la disciplina de Dios. La disciplina de Dios es para corrección y no para destrucción. Dios disciplina a sus hijos como un medio de que se amolden a los preceptos de Su palabra y se aparten del pecado, con el fin de que sus vidas sean de provecho y anden en justicia y verdad.

El temor de Dios es reverenciarlo, someternos a Su disciplina, y adorarlo con admiración.

El temor de Dios mantiene al hombre alejado del pecado y sus dolorosas consecuencias


El temor de Dios es un seguro que actúa como protección contra el pecado y sus terribles consecuencias. Sin temor de Dios, la vida del hombre se mueve hacia el pecado y el mal. Sin el temor a Dios es fácil ceder a la tentación. Por el contrario, el temor de Dios aleja al hombre de los malos caminos, y lo direcciona hacia una vida recta, justa, sabia y próspera, lo cual libera al creyente de los efectos perjudiciales que acarrea el pecado, al mantenerlo alejado del éste. La Biblia declara en forma enfática que la paga del pecado en muerte (Romanos 6:23), y que “todo lo que el hombre sembrare eso también segará” (Gálatas 6:7). Sin el temor de Dios el hombre se desenfrena y termina cayendo en el pecado, lo cual le acarrea, irremediablemente, dolor, sufrimiento y pena. Pero cuando el hombre da lugar al temor de Dios en su vida, es como si se activara en él un sistema de alarma que le previene, exhorta y amonesta contra el pecado. Es como un mecanismo de defensa que le sensibiliza para alejarse de situaciones, personas, instituciones y prácticas pecaminosas. El temor de Dios actúa como una influencia que actúa positivamente sobre la conciencia del hombre, confrontándolo constantemente con sus decisiones y comportamientos.

El temor de Dios se traduce en la vida del creyente en un aborrecer y apartarse del pecado y del mal

Dios aborrece el pecado, pero ama al hombre. Dios no es pasivo con el pecado, sino que lo juzga y lo retribuye con justicia. Si tememos a Dios, entonces, terminaremos temiendo cometer pecado y aborreciendo el mal (Proverbios 8:13). Al respecto comenta Floy McClung Jr:” El temor de Dios significa simplemente que amas de tal manera a Dios que odias todo lo que el odia. Esta clase de odio no es producto de una religiosidad neurótica, ni tampoco es reflejo de nuestra cultura. Nace de estar tan cerca de Dios, tan sintonizado con su carácter, que amamos lo que él ama y detestamos lo que él detesta”.

El temor de Dios surge en el creyente como consecuencia de conocer a Dios

Dice el autor Jonh Bevere que el temor a Dios es la clave para conocer a Dios como El anhela ser conocido. El temor a Dios implica reconocer la grandeza, soberanía, señorío, autoridad y poder que él tiene. Hasta que comprendamos quien es Dios (juez justo, creador del universo, padre amante), y desarrollemos un temor reverencial hacia Él, no podremos adquirir la verdadera sabiduría. La verdadera sabiduría (superior, no humana) sólo procede del entendimiento de quién es Dios. El temer a Dios significa tener a Dios en tal consideración, que él tiene un gran impacto e influencia en nuestro estilo de vida y hábitos.

Una vez que conocemos a Dios, anhelamos ser poseídos por el temor de Dios. Este temor se traduce en temor a vivir fuera de la cobertura de Dios; es temor a vivir fuera de la voluntad de Dios, donde abunda el peligro. Es temor a defraudarle y perder la comunión con Él. El temor de Dios nos acerca a Él en vez de alejarnos, porque somos capaces de reconocer su amor, justicia y verdad; y queremos esas virtudes en nuestras vidas. El temor de Dios se expresa en obediencia y aceptación de Su señorío en nuestra vida.

Cuando conocemos a Dios, entonces queremos andar en Su temor, pero éste no viene a nuestras vidas de manera automática o por azar, viene porque anhelamos a Dios y queremos andar en su temor. “El temor del señor no viene a nuestra vida por accidente. Habita en nosotros porque optamos por buscarlo (Proverbios 1:28,29; 2:1-5) y darle la mayor prioridad en nuestra vida. Viene porque estamos cansados y no soportamos más el ser manipulados y controlados por el temor del hombre, cansados de estar dominados por nuestros temores e inseguridades. Viene porque clamamos por él, lo buscamos y nos desesperamos por obtenerlo” (Floyd McClung Jr).

El temor de Dios es la respuesta a todos los problemas que tienen que ver con las relaciones


Cuando el temor de Dios está en nuestros corazones no tenemos necesidad de camuflar, ni aparentar una actitud o actuar / representar un rol. Cuando el temor de Dios está presente en nuestras vidas somos sencillos, auténticos e íntegros, entonces, vivimos sin temor al hombre. La cura contra el temor al hombre es el temor de Dios. Muchas veces nos hacemos prisioneros del temor al hombre. Con frecuencia vivimos preocupados por lo que otros piensan de nosotros, buscando su aprobación o reconocimiento.

El temor de Dios nos libertad del temor al hombre, dejándonos libres para amar y andar en integridad y santidad. Entonces, no tenemos miedo a la profundidad del amor, ni temor a caer en la tentación. El temor de Dios purifica nuestros pensamientos y emociones, de tal modo que podemos fusionar amor y santidad. El amor y la santidad son las dos caras de una misma moneda. “La santidad en nuestros pensamientos, en nuestras palabras y en nuestras acciones nos dan la libertad para ser amorosos y tiernos en nuestras relaciones” (Joy Dawson), sin temor a caer en la codicia, la maldad, o el pecado.

Cuando tememos el temor de Dios, entonces, tenemos la orientación de vivir recta y justamente, lo cual se traduce en:

-Mayor longevidad. El temor de Dios hace que nuestros Dios sean alargados (Proverbios 10:27).
-Paz y seguridad (Proverbios 19:23).
-Confianza y esperanza (Proverbios 14:26).

-Oportuna respuesta de Dios a nuestras oraciones (Juan 9:31).

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