domingo, 24 de noviembre de 2013



Muchas personas ni siquiera se permiten pensar en la muerte, mucho menos hablar de ella. No quieren reconocer que en esta vida, nada dura para siempre, que todo puede cambiar de un momento a otro y que sólo el amor es lo único duradero. 

El amor es intrínseco al ser humano, simplemente porque así lo ha dispuesto el Creador. El amor es la gran verdad que nos define como seres humanos. Sin embargo, situaciones extremas como la muerte súbita de un ser querido o la terminación de una relación, son capaces de sumirnos en la tristeza y estremecer nuestros sentimientos más íntimos.

Todo lo que nos han inculcado nuestros mayores, sobre el amor y la muerte además del consuelo de nuestros seres queridos, son lo único que nos puede sostener y ayudar a recuperar la paz para no caer en la depresión que no es más que la vida sumida en la amargura y el dolor.

Para sobrellevar una pérdida de tal magnitud, es menester entender por qué pasó lo que sucedió. Esa incógnita que nos atenaza, es lo que nos mantiene en vilo y hasta que no se dilucide en la mente y en el corazón ese gran signo de interrogación, no encontraremos la paz.

La gran pregunta que no permite dormir ni estar tranquilos, es ¿por qué murió ese padre, hijo, esposo o amigo? La escena recurrente se repite una y otra vez tanto de día como de noche. No se logra entender la razón.

Debemos trascender nuestro dolor y volver a abrir los brazos a la vida, sabiendo que el sentido de ella es superior a nosotros mismos y que a nosotros lo que nos corresponde hacer es amar a nuestros seres queridos y acompañarlos en la enfermedad, en la agonía y ayudarles a que el paso de la vida a la muerte sea más suave rodeado de cariño.

Nadie espera la posibilidad de ver morir a sus seres queridos, pero cuando la realidad nos sorprenda, no solo tendremos que enfrentar la tristeza de despedir a quien amamos, sino que sentiremos un dolor que creeremos insuperable.

La muerte de un ser querido o el fin de una relación, es normal que nos cause un gran dolor, que solo se podrá superar cuando se comprende que el amor es la esencia de la vida. Dentro de este amor, debemos aceptar que los seres amados no son eternos y que la única forma de encontrar nuevamente el sentido de la vida, es precisamente a través del amor.

Todos nos sentimos inmunes a la muerte y creemos que nuestros seres queridos de alguna manera puede que sean inmortales. Pero no, la muerte es una realidad, dolorosa e inevitable y no está en nuestras manos suspender esta realidad.

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